Hemos oído muchas veces la regla de las tres erres, reducir, reciclar y reutilizar, y la importancia que tiene reducir y reutilizar, como pasos previos a reciclar. De hecho, hay muchos datos que confirman que todavía nos falta mucho para llegar a porcentajes de reciclaje mayúsculos, así que siempre es de agradecer ver que gobiernos como el de nuestro país vecino, Francia, deciden que está bien apostar por el reciclaje, pero que eso no implica que los gobernantes no puedan legislar para reducir el consumo.

Lo que está haciendo Francia es imponer un impuesto a las empresas de moda efímera, lo que la mayoría llaman ultra fast fashion, con el objetivo de penalizarlas obligándolas a incrementar su precio de venta y utilizando el dinero recaudado con dicho impuesto (podrá llegar al 50% del precio de las prendas en cuestión) a facilitar que se produzca en Europa. 

Veo muchos comentarios halagando la iniciativa del gobierno francés, aunque la mayoría se cuestionan el efecto real que puede tener ya que vivimos en un mundo global y la acción de un sólo país no es suficiente para cambiar estos malos hábitos.  Sea como sea, es un primer paso para ir en una dirección innovadora y para potenciar el sentido común a la hora de comprar, lo que se dice reducir el consumo porque no nos incitan a ello todo el rato y porque la calidad de las prendas es realmente buena, no es lo que algunos llaman ropa de usar y tirar.

Me llama la atención que algunos de los proveedores de ropa efímera (me ha gustado la idea) digan cosas como que los gobiernos tienen un profundo desconocimiento de la oferta y del sector en su conjunto porque ellos lo único que hacen es producir la ropa necesaria para satisfacer la demanda existente. Están obviando todas las técnicas que usan para estimular el deseo de comprar de sus clientes, desde el evidente marketing hasta el lanzamiento continuado de micro colecciones para que la gente tenga la sensación de que si no lo compra ya, se está quedando fuera, se está perdiendo algo.

En este punto es cuando me acuerdo del escritor danés Svend Brinkmann, autor de  La alegría de perderse cosas, que dice cosas tan interesantes como que "cuantas más opciones tenemos, más infelices somos". Gracias a él descubrí las siglas que forman parte del título de mi columna de hoy, JOMO, la verdad es que conocía las de FOMO y que algunas veces había oído hablar de YOLO. Lo sé, esto de tantas siglas es un poco lío así que empezaré por poner su significado:

YOLO - You only live once.

FOMO - Fear of missing out.

JOMO - Joy of missing out.

La gente más joven ha vivido durante varios años bajo el lema de YOLO, la idea de sólo se vive una vez, algo que a gente más versada le sonará al famoso carpe diem.  Parece ser que se usó por primera vez en internet en el año 2012 y que, desde entonces, muchas personas se apuntaron a centrarse en el vivir al día, disfrutando tanto como pudiesen y eso nos ha llevado al auge de la moda rápida y el comercio electrónico.

Unos años después se acuñó el concepto de FOMO, el miedo a perderse algo y, sobre todo, sus efectos en el consumo o el consumismo compulsivo. Tan de moda se puso el tema que Cambridge hasta lo definió como un sentimiento de ansiedad causado por lo que la gente ve en las redes sociales y cuyos efectos más destacables son sentir que uno podría perderse información, eventos o experiencias importantes.

Por suerte, hay gente que piensa mucho y se da cuenta de cómo nos manipulan haciéndonos creer que muchas cosas son imprescindibles en nuestra vida, cuando en realidad no lo son tanto. Por eso me ha parecido interesante vincular la alegría de perderse algo (JOMO) con la sostenibilidad y con ESG en su conjunto. Es necesario redefinir el modelo de éxito, frenar y experimentar la alegría de no ser parte de todas las tendencias. Elegir bien y disfrutar, no sintiendo que te pierdes nada por mucho que cada elección implica renunciar a algo. 

Me he centrado en la ultra fast fashion, pero‎ esto es igual de aplicable a cualquier equipamiento que quiere hacernos sentir que necesitamos tener su último modelo. No olvidemos que esto tiene un impacto directo en la naturaleza, nos ayuda a ahorrar dinero para ser más libres y más felices.